El alma del guerrero joseph conrad pdf
Aor las circunstancias! Cisto a cierta distancia pasaba bastante bien, sobre todo por la mure! Kn copete de pelo rubio coronaba su 0rente como una diadema de oro en los tiempos 4ue podr,amos llamar normales. Jien, pues eso no es nada en comparaci1n con lo 4ue obser 1 el a! Gi el a! Ese a! Esa clase de obser aciones no acababa de ustar a Homasso.
Aero si sus camaradas le toleraban sus e0usiones era por4ue estaban relacionadas con Lrancia, 3con Aar,s5 Cosotros, los 4ue pertenecis a la eneraci1n actual, no podis concebir si4uiera el prestiio 4ue esos nombres ten,an entonces para todo el mundo. Aar,s era la ciudad de las mara illas para todo hombre con un poco de imainaci1n. Eos recuerdos son cosas 0uaces. Ge pueden 0alsi0icar, se pueden borrar, se pueden incluso poner en duda. Estaba realmente sobrecoido por ella,! G,, era mu!
Es mu! Gupono 4ue los comentarios normales en torno al 0ueo del campamento chocaban con sus delicados sentimientos. Aero le 4uedaba! Lue entonces cuando o, la ma! Ea historia 4ue! Elammoslo e0usiones. En cual4uier caso, nunca o, 4ue Homasso mencionase a su marido. Hen,a un sal1n, mu! Aero debo decir 4ue Homasso ten,a una mara illosa habilidad para e8cluir estos detalles de sus discursos.
Is do! El amor de Homasso se remontaba mu! Era un secreto placer! Cuando la miraban, todos los hombres se 4uedaban melanc1licamente pensati os, como asaltados por la idea de 4ue hab,an malastado su ida. Ella era la aler,a! Eos poetas se acercan de al"n modo a la erdad, eso es alo 4ue nadie puede near. Gin embaro, entr1, el mu! Homasso se con irti1 en un escla o torpe e incondicionalmente de oto. Como premio recibi1 alunas sonrisas! Aara el mundo eleante, era una di ersi1n.
Gu de oci1n le proporcion1 una especie de 8ito social. Aero eso a l no le importaba. Hen,a una sola di inidad,! Homasso no sinti1 celos de l. Ginti1, por el contrario, admiraci1n por ese o0icial. Ele aban marcadas en la 0rente, se dir,a 4ue para siempre, sus ictorias. Era mu! Hen,a el aplomo de un hombre de mundo. Gu 0rente, blanca como el alabastro, contrastaba de manera impresionante con el saludable color de su cara.
Aero estos hombres de mundo son impenetrables,! Aens1 4ue le miraban de una 0orma e8traaD pero no le dieron a entender 4ue 0uera un intruso.
Aero se le ant1 d1cilmente! Ea dama se ol i1 a Homasso! Ella le dirii1 una de a4uellas amables miradas 4ue hac,an 4ue al"n rinc1n del pecho de Homasso ardiera! Jebi1 en 8tasis el sonido de la tran4uila! Ee pareci1 4ue su pasi1n se encend,a! Jueno, esto basta.
Aero sta es la 4ue recuerdo. El despert1 totalmente de su ensueo! Aermaneci1 sentado sonrindoles lieramente.
El amor supremo deber,a ser orien de todas las per0ecciones. Ea dama susurr1 comprensi a- 2:Henis escr"pulos; 7e Castel, sin le antar la ista, murmur1- 2Aodr,a con ertirse en una man,0ica cuesti1n de honor. El destino de esas personas no tiene importancia militar para nosotros. El o0icial 0rancs se le ant1 tambin. Gu0r,a por culpa del estado de absoluta oscuridad mental en 4ue se encontraba.
Gali1 de la habitaci1n! El 0rancs retras1 e8traamente su partida. Ea mano 4ue hab,a le antado re erentemente por la punta de los dedos hab,a oprimido sus labios.
El mundo se hab,a tambaleado,! Esto 0ue lo 4ue le re el1 7e CastelD! Es posible 4ue la oscuridad le hubiese impedido er la intenci1n de Homasso. Aero el 0rancs se retir1,! Homasso estaba solo,! Ced c1mo pasan a la historia los simples rumores! Aor decirlo con las palabras del o0icial 0rancs, ten,a alma de uerrero. Homasso se estremec,a con s1lo pensar en el tormento moral del 4ue hab,a escapadoD! Ge sinti1 naturalmente indinado cuando su pa,s 0ue in adido, pero no hab,a en esa indinaci1n la m,nima animosidad personal.
Ea su! Ge a0li,a ante la escandalosa enormidad de los su0rimientos humanos 4ue e,a a su alrededor. G,, estaba lleno de compasi1n por todas las 0ormas de miseria humana, pero de una manera aronil. En el reimiento le hab,an puesto el mote de Homasso el Fumanitario.
Ea ente sin compasi1n son los ci iles, los 0uncionarios del obierno, los comerciantes! Cabalamos el uno al lado del otro sin despear los labios. Establecimos nuestro i a4ue en el lindero del bos4ue para 4ue los caballos 4uedaran un poco resuardados. Gin embaro, el borrascoso iento del norte hab,a cesado tan bruscamente como se hab,a le antado,! Casi pod,amos sentir esa 0r,a inmensidad sin ida e8tendindose hasta las estrellas.
El tercero era ese a! Charlamos un rato de esa cara. Esa clase de cosas no se presta demasiado a la con ersaci1n. Homasso murmur1 unas cuantas palabras al e0ecto de considerarla una simple carnicer,a. G1lo unos pocos disparos. Homasso murmur1 en tono de hast,o- para 4u ha ser ido; Como! Gimplemente por costumbre. El en0urecido iento se hab,a ele ado abandonando la super0icie de la tierra!
Becuerdo 4ue le ant por un momento mi rostro hirsuto hacia ella. Eueo creo 4ue! Caes repentinamente en un abismo! Ci imos atormentados tanto en unos momentos como en los otros. Gin embaro, cuando se acerc1 mi asistente, repitiendo sin cesar- M:7esea cenar su seor,a; :7esea cenar su seor,a;N, conseu, aarrar 0irmemente esa conciencia abismal 4ue hab,a lorado recobrar. En la misma marmita hab,a una cuchara de madera. En esta poca se era el "nico rancho 4ue nos daban de 0orma reular. Jien, mi asistente esper1 a 4ue terminara mi 0est,n!
Ge me hab,a pasado el sueo. Ea humanidad s1lo e8perimenta cosas as, en momentos e8cepcionales, a0ortunadamente.
Ellos eran 0ranceses. Aosiblemente os sorprenda 4ue recuerde tan bien todo esto. Este Tomassov, bueno, llevaba barba. Lo que equivale a decir que era verdaderamente joven. Ese ayudante nuestro no era un tipo muy delicado. Esa clase de observaciones no acababa de gustar a Tomassov. Los recuerdos son cosas fugaces. Se pueden falsificar, se pueden borrar, se pueden incluso poner en duda. Estaba realmente sobrecogido por ella, y era lo bastante candoroso como para dejar que se trasluciera su estado cada vez que hablaba.
Supongo que los comentarios normales en torno al fuego del campamento chocaban con sus delicados sentimientos. La historia que yo tengo en la cabeza no es eso. Ella no era, naturalmente, una mujer que estuviera en su primera juventud.
Era de esa clase de mujeres. Era capaz de alejar a todos esos conversadores de sus intereses cotidianos e incluso de sus vanidades. Era un secreto placer y una secreta inquietud. Al menos aparentemente. La mujer no estaba sola. Era muy corpulento y masculino, a pesar de que iba tan esmeradamente acicalado como una mujer.
Su frente, blanca como el alabastro, contrastaba de manera impresionante con el saludable color de su cara. Bueno, esto basta. Me dijo muchas cosas semejantes. Luego, volvieron los dos sus ojos hacia Tomassov. Yo estoy a favor de los sentimientos naturales. No creo en otra cosa. No tengo una conciencia infantil. El destino de esas personas no tiene importancia militar para nosotros. La fortuna de Francia es invencible. Estaba casi asustado. De Castel se detuvo de pronto en la esquina de la tranquila calle.
Aquellos desgraciados eran dos confesaron su crimen e iban a ser ejecutados esa noche. Y entre esos miembros se encontraba naturalmente nuestro Tomassov. La suya era una naturaleza refinada. Naturalezas menos refinadas que la suya no acababan de comprender muy bien su actitud. No existe ninguna incompatibilidad entre el humanitarismo y un alma de guerrero.
Cabalgamos el uno al lado del otro sin despegar los labios. Establecimos nuestro vivaque en el lindero del bosque para que los caballos quedaran un poco resguardados. El tercero era ese ayudante que ya he mencionado. Charlamos un rato de esa carga. No mucho. Dos de nuestros hombres estaban heridos. Pero el ayudante intervino de forma desagradable: —Pues ha servido para calentar un poco a nuestras tropas.
No creo que aquel ayudante de nuestro regimiento creyera en sus propias palabras. Simplemente por costumbre. Es como si tu misma alma se deslizara por un negro pozo sin fondo.
Y luego vuelves a sentirte sobresaltadamente despierto. Vivimos atormentados tanto en unos momentos como en los otros. Pero el soldado ruso es maravilloso. Ellos eran franceses. Posiblemente os sorprenda que recuerde tan bien todo esto.
Dudo que fuese un ruido; la nieve amortiguaba todos los sonidos. Todo lo que vi a lo lejos fueron dos figuras que se acercaban a la luz de la luna. Una de ellas era nuestro Tomassov. Pero a su lado avanzaba otra figura.
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